jueves, 9 de marzo de 2023

Fui a la disneylandia de Europa. Y eso no es un cumplido

Según esta gente que estudia el comportamiento y consumo de las personas, los millennials y Gen Z pagamos bocha de dinero por vivir experiencias únicas, y eso es lo que marca nuestro consumo en turismo. No es sacarse la selfie en la Eiffel, es la experiencia de sentirse en París y entre medio ir y sacarse la selfie en la Eiffel. Mi generación y la que me procede pagamos muchísimo por una buena foto en París, o ir a Disneyworld y sentirse en ese mundo mágico, o el parque ese de Harry Potter donde te sientes en Hogwarts, o Star Wars Galaxy's Edge donde puedes vivir la experiencia de volar el Halcón Milenario, y así sucesivamente.

De ahí nace el término disneyficación, que es cómo un espacio se transforma en un figurativo parque temático para acomodar la rentabilidad de darle una experiencia a sus visitantes. Las calles, la iconografía, los sitios turísticos, todo. París es excelente ejemplo, y no por nada los turistas japoneses tienen el Síndrome París cuando se dan cuenta que la capital francesa no son esos jardines eternos con torres feas y cafés carísimos. 

Pero no les quería hablar de París hoy. El año pasado tuve el privilegio de conocer la capital de República Checa donde sentí esto mismo, les quiero contar mi historia en Praha.

(Y sí, le diré Praha porque mínimo referirme a ella por su nombre nativo. Praga no pega igual)

Praha tiene 10 subdivisiones (Praha 1, Praha 2, Praha 3, etc.), que a su vez se dividen en 22 sub-subdivisiones administrativas y lalalá. Todo lo que te imaginas cuando piensas en la "ciudad de las mil torres" está muy probablemente en Praha 1 y Praha 2, la parte más turística y visitada de la ciudad.

Mi aventura en Praha comenzó varios meses antes de partir, cuando buscando AirBnbs baratos hallé una pieza privada cerca del parque Karlovo náměstí. Me acuerdo que llegué tipo 17.30 a la estación central, y por los bellos adoquines blancos fui arrastrando mi maleta hacia el AirBnb. Me duché, me comí el chocolate de cortesía que me dejaron (<3), y fui a darme una vuelta por el barrio cuando el atardecer pasaba a noche.

Las calles medievales eran adornadas por una mezcla de faroles medio barrocos y postes de luz más toscos y funcionales. Los cables y rieles de los tranvía te indicaban cuáles eran calles principales y cuáles callejones recónditos. Habían restaurants de variados presupuestos, joyerías, tiendas de vestidos, dulces típicos, cajeros automáticos y más. Los edificios de ventanas y techos adornados con diseños que mi guachaca ser no reconocía, terminando en fachadas de cemento o ladrillo bonito y bien mantenido, y los adoquines de las calles y veredas contribuían a que caminar en Praha fuese una experiencia en sí misma. Sólo interrumpida con alguna esquina donde yo me detenía a leer los nombres de las calles porque ese idioma es tan raro que llega a ser chistoso.


Parecía que en cada esquina había un edificio histórico, aunque fuese sólo un café a sobreprecio o un cajero automático. De chiripazo llegué a Prašná Brána, que después aprendí es una de las torres más famosas de Praha, construida en el medioevo y con un chirrión de historia que qué iba a saber yo, estaba ahí como quien ve cualquier plazoleta en cualquier población. Inconspicua, con una calle unidireccional pasando bajo la torre y una rotonda a su lado.

Estos últimos párrafos parecen que fuesen una novela de misterios de pésima calidad, sí sé. Pero cuesta narrar una caminata por Praha sin ponerse poético porque te sientes inmerso en un muy estéticamente agradable remix de edificios medievales, infraestructura soviética, tiendas de llaveros y postales, y la "modernidad" de las ciudades europeas con sus autos eléctricos y Lamborghinis entre medio.

Día dos. Me sentí super URSS tomando un tranvía que me llevó al castillo real de Praha, Pražský Hrad. Ahí conocí una palabra que me acompañó toda mi estancia: pokladna, boletería. Los jardines eran de libre acceso (y yo como buen chileno encontré la entrada más escondida, lejos de los buses de turistas), pero las partes más importantes del castillo estaban tras una pokladna, y uno será turista pero también es rata.

Hablando de turistas, estaba infestadísimo de ellos. Y ya, es una ciudad turística, lo entiendo perfectamente (...y yo era uno de ellos). Pero entre las pokladna que no eran pocas, los vendedores con sus llaveros e imanes para el refrigerador, y los guías turísticos ordenando sus buses, se diluía la magia de la caminata nocturna anterior. Salí del castillo y la bajada del cerro fue caminar por calles que me recordaron a lo mejor mantenido de los cerros de Valparaíso: pero en lugar de casas y almacenes de barrio, eran restaurants, tiendas de souvenirs, bares y casas de cambio. Y muchísima gente.

El metro de Praha tuvo la genial idea de poner arriba de las estaciones los hitos turísticos y cívicos cercanos a dichas estaciones. Ahí vi la estación Flora y Google Maps indicaba un parque cerca. Estaba cansado, me dolían los pies, y los turistas me estaban cabreando ya. Fui al parque. Llegué a Olšanské Hřbitovy y conocí mi segunda palabra en checo: hřbitovy, cementerio. Yo inocente palomita pensé que era un gran parque abierto para echarse y recuperar energías (por algo la estación aledaña se llama Flora), así que imaginarán mi cara cuando empecé a ver mausoleos y estatuas de ángeles. Seguía cansado así que pedí permiso (no creo en lo paranormal pero tampoco tentaré mi suerte), entré, me eché en una banca y por supuesto que mientras estaba ahí se me acercó un cuervo que empezó a graznar. POR SUPUESTO.

 

La caminata entre el cementerio y mi Airbnb fue otro highlight del viaje. Ahí vi una porción de la Praha que vive y funciona allí. Habían tiendas de kebab, pizzerías a precios más asequibles, lavanderías, y tiendas que uno esperaría encontrar en lugares donde vive/trabaja gente, no donde turistea. A medida que me acercaba a mi Airbnb, los bares incluían más inglés en sus menús, las tiendas más modestas daban paso a cafés y restaurants más elaborados, y reaparecían las tiendas de souvenirs. Y volvían las pokladna

Praha es super bonito, lo seguiré diciendo. Pero es loco cómo la parte turística es tan turística. Me acordé de historias de neoyorquinos que evitan Times Square como la peste por lo patológicamente turístico que es ese sector, como en Santiago evitamos el Sky Costanera y el Patio Bellavista, y que en el verano viñamarino la gente de Viña se arranca de Av. Libertad. Me daba la sensación que los checos también evitaban Praha 1. Me generó ruido, y me puse a googlear una vez que volví a Chile.

La idea de AirBnb es linda en teoría: prestas una parte de tu casa para hospedar a alguien por un par de días, o prestas tu propiedad completa un par de semanas en verano cuando tú no estés. Sin embargo, es fácil caer en el muy rentable vicio de convertir una propiedad entera para arrendarla vía AirBnb o servicio similar. Y aquí no se trata de "hola, arriendo depto" como pasa en Santiago, en donde la mayoría de los arrendatarios son estudiantes, trabajadores o gente que se quedará por un tiempo prolongado. Son turistas, personas que se quedan por un par de días y fin.

Es mucho más rentable este modelo, y eso genera que progresivamente más arrendadores opten por convertir sus departamentos en piezas para visitantes de pocos días, reduciendo la disponibilidad de casas a precios razonables, aumentando dividendos, aumentando la tentación de arrendar por poco tiempo, y el ciclo vicioso sigue. Pre-pandemia, Praha tenía entre 3,500 y 5,000 domicilios destinados a estos arriendos, y de esos la enorme mayoría está en Praha 1. Y si es que nos queda la inocente duda que quizás AirBnb era de verdad casas que prestaban una pieza (el espíritu inicial de la plataforma), más del 75% de todos los AirBnb en Praha son departamentos enteros que han sido reacondicionados. Nadie vive ahí, sólo hospeda un par de días.

Esto deriva en otro problemón: Como la mayoría de quienes están en el centro de Praha son turistas, las tiendas para residentes (como las que vi yo en Flora: almacenes de barrio, verdulerías, lavanderías, peluquerías, etc.) son desplazas por cafés bonitos, restaurants caros y tiendas de souvenirs. Terminas así con una ciudad preciosa y tétricamente adaptada para nosotros, no para los praguenses. Es un Disneyworld.

Incluso si es que un dueño quisiese ser radical y arrendar "mínimo tres meses" o algo así, ¿quién llegaría? ¿Querrías tú vivir en un barrio lleno de turistas que hacen fiestas todas las noches (y les importa poco porque se van en tres días más)? ¿Donde la verdulería más cercana la tienes a 20 minutos en tranvía porque no hay nada en tu vecindario?

Nunca conocí al dueño de mi AirBnb. Por lo que sé, él puede ser un magnate extranjero que se compró todas las residencias de la cuadra donde yo alojé, y adaptó todo a AirBnbs de diversos lujos para acomodar distintos presupuestos de turistas. Porque personas así existen y depredaron el centro de Praha.

¿Cuál es la solución? Regular la situación habitacional en Praha. "Cómo" es la siguiente pregunta, y obviamente no tengo la respuesta. No sé si alguien allá la tenga. Reitero lo que dije antes: Praha es super bonito, pero al segundo día te genera una extraña sensación medio uncanny valley que estás en un parque temático quirúrjicamente diseñado para ti turista, y no en la viviente capital nacional de un país.

Si algún día van a Praha, no se pierdan caminar por sus barrios medievales, sus calles de adoquines y sus mil torres. Pero también vayan a las partes no tan turísticas, esas donde los checos de verdad viven. Y no sean como yo, no arrienden un AirBnb.

Y vayan a Olšanské Hřbitovy, aprovechen que no tiene pokladna. Pidan permiso antes de entrar eso sí, y cuidado con los cuervos.

Saludos a Azad Kebab que me dio un kebab gigante y repleto de todo, y me logró entender a pesar de mi total incapacidad de hablar checo.

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