miércoles, 6 de marzo de 2019

Colegios mixtos. Pirulines. Y ellas.

El aristocrático Instituto Rafael Ariztía (IRA) de Quillota fue siempre en sus noventa y no sé cuantos años de historia un colegio de hombres. De tipos rudos, latifundistas, dictadores genocidas (cof cof!), concejales y alguna otra cosa más. En -literalmente- la vereda de al frente está el igualmente aristocrático Nuestra Señora del Huerto (El Huerto), colegio que en sus no sé cuántos años de historia fue colegio de mujeres. De señoritas, niñas de bien, buenas esposas que sabían tejer, cocinar y cuidar niños, de las maridas de los latifundistas, concejales y todo lo que dije recién.

Yo, como buen macaco que no cachaba nada de la vida, no conocía esos estereotipos hasta que en mi inocente segundo básico entré al temible IRA *truenos de fondo* y, como buen estudiante del ilustre colegio, ya escuchaba esos estigmas: que los del IRA van al Huerto a buscar esposa y mamá para sus hijos, y las del Huerto van al IRA a buscar esposo y sustento para la vida.

El 2001 cuando yo pasé a cuarto básico, ocurrió el cambio que marcaría (en retrospectiva: para muy bien) mi vida. Para estar más acorde con los tiempos y la no sé qué, el IRA aceptaría mujeres en sus aulas hasta cuarto básico, de esa forma se facilita el cambio y se previenen revoluciones hormonales en cursos más avanzados. Desde allí, ellas irían avanzando con nosotros hasta finalmente hacer todo el colegio mixto (cosa que pasó a fines del 2009, more on that later).

No me busquen. Yo no aparezco ahí. 

Igual yo estaba convencido que lo hacían para acaparar más matrícula pero filo.

Llegó ese marzo mixto. O sea, no. Mixto no fue. Fue ellas y nosotros. El hermano Gaudencio que nos decía que niñas y niños no jugaban juntos. La tía Orieta que nos decía que teníamos que cuidar y proteger a las niñas, que ellas eran más delicadas (igual nuestros paco-ladrón en el patio eran sacadas de chucha, le entiendo por ese lado); y que también decía que nosotros éramos unos orangutanes bestiales y ellas el futuro del país. Ya…, esas no fueron sus palabras exactas, pero sí es verdad que le ponía décimas extra a ellas sólo por ser mujeres, que propiciaba que se juntaran entre ellas al hacer trabajos en grupo, y que una vez rompió una regla retando a un compañero por estar molestando a una niña. Cuarto básico. 2001. 18 años han pasado y aún me acuerdo del grito que se mandó y el “crack!” de esa regla. …pobre Pereda.

El tío Lucho en educación física usaba el baile de la cueca casi como foreplay precoito. Ufff, educación física. Ésta se dividía en polideportivo (weones porros) y selección (weones no porros en fútbol, vóleibol, atletismo o básquetbol), las niñas entraban a selección por defecto, tuviesen o no aptitud deportiva. ¿Por qué? Porque eran ellas. Eran las ellas vs nosotros. Creo que recién en sexto básico ya estábamos lo suficientemente acostumbrados a que existiesen para dejar de ser “ellas y nosotros” sino que éramos el curso entero. Y nos hacíamos bullying entre todos, y nos portábamos mal entre todos porque éramos pendejos y unos chimpancés idiotas y eso era lo que hacíamos.
Y llegó educación sexual en 7° básico, donde la Odette en Ciencias Naturales no tuvo filtro. Que pene acá, vagina allá, sexo ahí, menstruación por acá, el endometrio, el glande, el cérvix, todo lo demás. Donoso que en lenguaje nos dijo una vez que él siempre daba permiso a las mujeres de ir al baño (a diferencia del “espere el timbre” para nosotros) porque estaba la posibilidad de que alguna estuviese menstruando y él no andaba para preguntar weás, era “vaya” y listo. Eso que aprendíamos en libros y respondíamos en pruebas no era sólo eso, eran realidades que le ocurrían a mis compañeras. A humanos. Ooh, gran descubrimiento.

No eran libros. Oooh.

Fue también en ese período que me hice más activo en internet. Conocí gente de varias latitudes y acentos. Las mejores amistades de mi vida salieron de esos foros roñosos, y varias de esas amistades son mujeres. No eran aquel ente raro que durante años me dijeron en el IRA que eran “ellas y nosotros”, frágiles y gráciles, el ente a quien debíamos elegir como esposa ni señoritas que vivían ajenas a la realidad de los toscos y brutos macacos que éramos nosotros. No. Eran humanos, como yo.

[Y no tengo nada que aportar en 8° Básico pero hay que mencionar las dos veces que nos pusieron anotación negativa a todo el curso, cuando el vicerrector fue a penquearnos, que Jessica Torres era nuestra profesora tutora, profe de lenguaje y coordinadora general de básica, y que pasó todas sus clases de lenguaje dándonos clases motivacionales de hallarnos a nosotros mismos y dejar de ser unos idiotas mandriles que hasta el vicerrector iba a penquearnos]

En Media ya éramos “el curso”, la propia osmosis hizo que dejáramos de ser ellas y nosotros. Ya teníamos compañeras porras en deporte que sufrían nuestro mismo polideportivo. Ya teníamos lumbreras que competían en el Top 5 académico del curso con nosotros (sí, el IRA rankea la posición del estudiante respecto al curso en cada reporte académico quincenal. Macabro, ¿cierto?). Entraron compañeras que escuchaban The Cure y Placebo, como cualquier otro humano normal, porque ellas también son humanos normales como todos. Ooh, gran descubrimiento.

Ya eran tan “el curso” como nosotros, pero al IRA no le llegó ese memo.

Educación sexual. Aaaay, el Teen Star. La única manera de hacer cristianitos es teniendo sexo, no entiendo por qué les costaba tanto a los profes encargados de educación sexual el decir “pene, vagina, penetración, útero, condón” como lo hizo la Odette tres años antes. Y nos separaron según género para hablar más “en privado”. A nosotros nos dijo el profe de artes (Orrego, un saludo) que el sexo es bkn y hay que hacerlo con amor. A ellas les dijeron que cuando estamos calientes los hombres somos unos ninfómanos babuinos. “En la próxima sesión, veremos problemas de la sexualidad como los homosexuales”. Esa frase me marcó, y que haya venido de un profe que respetaba dolió más aún. El punto es que Teen Star y la educación sexual del IRA fue una basura. Al año siguiente una compañera quedó embarazada, grandeza. ¿Qué habrá sido de la Pili y su hija? Ella tendría 13 años ahora, changos.

¡¡Wn!! ¡No puedo creer que estos weones todavía existan!

Por ahí también escuché la opinión de algunos profes respecto a tener mujeres en el IRA. “Ay, que la calidad de enseñanza va a bajar”, “ay que la disciplina y la tradición”, “ay que ay”. Me acuerdo del Vicencio diciendo que con las niñas uno se tenía que relajar, que no podía hablarse igual, que no se qué. Semanas después los de tercero (el último curso de hombres, de rudos) me dicen que el mismo Vicencio explicando el movimiento parabólico dibuja un cañón que se parece un pene, y la línea de trayectoria parece semen. Porque entre hombres es chistoso hablar de penes y testículos, pero con señoritas presentes se dice “pirulín”. Silvio (el inspector) era igual: no podía decir homosexual frente a una mujer, ni ninguno de los sinónimos más "vulgares" (ya saben: maraco, maricón, fleto, toda la lista).

En tercero medio fui de intercambio a Noruega. Allá las clases tienen un formato diferente, pero mi “curso” principal éramos 26, la mayoría mujeres (no recuerdo el número, pero eran más mujeres). Por un tema genético que podrán imaginar, ellas eran altas, de ojos azules o celestes, de pelo rubio muchas veces liso. El arquetipo de modelo, el arquetipo de “blonde bombshell”. Pero al ser todas así, ninguna era “especial”, ellas también eran humanos normales. Que les gustaba cortar con bisturí peces en biología, eran otakus, gamers, calculaban logaritmos en sus ratos libres, escuchaban Nightwish, y eran bimbos, como en todos lados. Mi primer combo en el hocico me lo dio una noruega que estaba borracha y me confundió con alguien más.

Al volver a Chile, quedé “pegado” un año por mi intercambio. Mis compañeros de la vida estaban licenciándose de cuarto. La Lía estaba a cargo del discurso final, el primer discurso feminista que oí en mi vida. Un discurso donde (con más elocuencia que yo) recapituló desde el ingreso de las niñas en 4° básico hasta su salida en 4° medio. Desde estar encargadas del diario mural hasta ser presidentas de curso y demás. Y sí, a mí me hacía todo el sentido del planeta, fue un espacio que tuvieron que ganarse a punta de probar que eran tan personas como nosotros, y qué rabia que deban probar su condición humana porque profesores, inspectores y demás hombres del colegio no entendían que ellas también lo eran.

"♫ Compañeros de un dos tres. Compañeros de nuestro instituto ♫"

Al año siguiente, en ese 2010 que fue mi cuarto medio, Placebo me hizo conocer muchachas del Huerto. Y ooh, gran descubrimiento: no eran esas señoritas recatadas de bien que tanto nos habían pintado durante años. Eran personas normales, con problemas, con sueños y anhelos, con miedos e intereses, que decían “pico y poto” como cualquier persona normal. Bueno, no como persona normal, porque las amigas que hice ahí terminaron siendo todas bipolares, con depresión o con delirios de personalidad múltiple. Pero mi punto se mantiene.

Ese mismo 2010 también me tocó escuchar a Germán Godoy, vicerrector del IRA hablar del discurso de la Lía del año anterior. Un discurso que a él le hizo apretarse el labio y fruncir el ceño. A meses de haber oído mi primera apología feminista, escuchaba al primer machista quejarse al respecto. Esto fue el 2010, la previa a lo que vendría esta década.

A ya varios años de haber salido de ese aristocrático, clasista, homofóbico, exitista, hipócrita y machista IRA, escucho a amigas y excompañeras hablar del espacio que las mujeres han tenido que ganarse en la sociedad porque el machismo se los ha negado. Desde Marie Sklodowska Curie que su esposo tuvo que decir “oe, la Marie es la seca, el Nobel es de ella”, Rosalind Franklin que obtuvo las primeras imágenes del ADN y que luego dos weones se las robaron y se quedaron con SU Nobel, hasta mis compañeras de colegio que “no se les toca con el pétalo de una rosa” (a menos que las violes, porque eso es culpa de ellas que provocan hihihi). Y me hace demasiado sentido esa crítica.

Foto de Brian Molko de Placebo para hacer un salto

Sé que hay una gran cuota de hipocresía en que yo, hombre cis-, esté hablando del lugar de la mujer en la sociedad. Pero si algo aprendí (a punta de darle su par de hartas vueltas a la weá) de las muchas humanos que conocí en mi época escolar, es que las personas valemos por nuestros méritos, no por nuestra dotación cromosómica. Y que algún día la sociedad y sus espacios sean de todas las personas.

No sé si se dieron cuenta pero todo fue una excusa para ver cuántos nombres de simios podía poner en un texto. Saludos a la Mary Anning, que sigue siendo la mujer más seca del universo universal.