Había una vez en 1926, una niña londinense llamada Rosalind Elsie Franklin que a sus seis inviernos entró a la escuela como cualquiera de nosotros. Pero a diferencia de nosotros que chupábamos lápices, Rosalind pasaba su tiempo haciendo ejercicios matemáticos por diversión…y los hacía bien todos. Y un rato después estaba sacando máximas calificaciones en ciencias naturales, alemán y francés. Cuenta su familia que Rosalind amaba discutir; no en el sentido conflictivo, sino que le gustaba que la lógica y la ciencia dictasen argumentos, no creencias o “porque sí”.
El punto que intento hacer es que Rosalind era inteligente. Mucho.
“Tengo seis distinciones y me gané una beca para la
universidad” niveles de inteligencia. Beca que declinó porque su papá le sugirió
dársela a un estudiante refugiado. Aún así entró a la U en 1938, donde siguió
yéndole increíble, y entre sus juntas estaba una exestudiante de Marie
Skłodowska Curie (mish) y un futuro premio Nobel de Química como profe a cargo
del laboratorio donde Franklin iba a trabajar (doble mish). Durante The Incidente Rosalind encontró trabajo investigando el carbón, y junto a científicos
que arrancaron de la Alemania nazi, investigó la porosidad del carbón y cosas
ñoñas moleculares que no vienen al caso. Lo que sí importa es que estos
estudios fueron la base para el PhD de Rosalind, que lo obtuvo en 1945.
En otoño del ’46, Franklin comenzó a trabajar en cristalografía
en París (¿se acuerdan que mencioné que sabía francés? Ahora pagó), área que
ella no dominaba mucho pero ya en 1951 estaba escribiendo papers respecto al
grafito, carbono y demás.
La cristalografía [la ciencia que estudia cristales] que se hacía en París era bien vanguardista, ellos usaban rayos X para ver comportamientos que normalmente no se podrían apreciar. No soy cristalógrafo, pero si es que entendí bien la cristalografía “tradicional” sólo permite comprender cristales unitarios. La gracia de los rayos X es que éstos se difractan con los electrones de los cristales, creando imágenes que te permiten interpretar mejor qué está pasando en el objeto de estudio. La cristalografía de rayos X empezó a ganar tracción desde los 1940s, cuando el avance tecnológico ya te permitía ver e interpretar moléculas orgánicas, y algunos de los científicos (énfasis en la O ♂, more on that later) trabajando en este método llegarían a tener sus propios Nobeles en los años venideros. Volvamos a la ahora Dra. Rosalind Franklin.
Enero 1951, ella volvió a Inglaterra a trabajar en el King’s
College de Londres, específicamente en técnicas de difracción de rayos X. Allí
ocurrieron dos cosas cruciales para la historia de las ciencias naturales. Primero, Rosalind Franklin que en sus ratos libres ya no
jugaba a hacer ejercicios matemáticos, sino a tunear la máquina de rayos X del
laboratorio y modificar la exposición que dicha máquina tenía hacia tal o cual
objeto y de controlar mejor la humedad de la cámara de rayos [nota del autor:
no tengo idea si fue en sus ratos libres, pero con las poquitas biografías de
Rosalind que he leído y lo ñoña que era, demás que hizo unas revisiones en sus
ratos libres también]. La segunda cosa relevante fue Raymond Gosling,
estudiante tesista bajo la tutela de Franklin, que se puso a sacar fotos de
moléculas de ADN en el marco de su tesis. Una de esas fotos, la Foto 51, fue
sacada después de 100 horas de exposición de rayos X y venía con sorpresa.
Dos hélices asimétricas. Grupos fosfatos en el exterior. Y otras
cosas bioquímicas que no entiendo. Así iba detallando Rosalind Franklin en sus
apuntes lo que veía en la Foto 51, la primera imagen que la humanidad ha
obtenido de una molécula de ADN. ¿Hay que explicar lo trascendental que es
poder ver la estructura de una molécula de ADN? ¿Que después de décadas de
teorizaciones y de hipótesis, la humanidad podía ver la manera en que se
organiza la literal base de todas las formas vivientes en la Tierra de los últimos
500,000,000 años? Rosalind presentó sus hallazgos en una presentación en
noviembre de 1952 después de varias revisiones, segundas y terceras imágenes, y
otras iteraciones propias del método científico. En la audiencia había dos
giles que venían de la Universidad de Cambridge, y me opongo a referirme a ellos por nombre, así que les llamaremos “los
dos giles”.
Los giles también estaban estudiando el ADN con rayos X, y
cuando supieron que Franklin había encontrado lo que encontró, dijeron “¿a veeeeer?”
y pidieron ver qué estaba ocurriendo en ese laboratorio de King’s College. Para
enero de 1953, los giles habían hallado (según ellos) errores metodológicos en
la investigación de Franklin, y que todos deberían trabajar juntos. En
una serie de eventos que estoy seguro a mis lectoras no les sorprenderá, los
giles le mansplainearon a Franklin su propia información y le dijeron que ella
no sabía interpretar sus propios resultados. Los hombres del laboratorio le
decían que publicara lo encontrado y se pasara a los giles por el borde, pero
ella estaba determinada a tener modelos empíricos de la molécula de ADN, y que
aún había muchas hipótesis teóricas que no daban para un paper. Aquí la
cuestión o se hace bien o no se hace.
Rosalind Franklin dejó King's para investigar a Birbeck College en Londres, ella tenía ganas hace rato de cambiar de aires. El jefe del lab le dijo que las notas y la información generada tenía que quedarse en King's, así que ella las dejó allí. Las fechas que hallé acá no son exactas, pero sí es real que los dos giles fueron a la exoficina de Franklin, vieron la Foto 51 y los muchos apuntes de ella, dijeron “oe parece que igual tenía razón” y usaron su información para continuar su estudio. Con continuar es usar los resultados de Franklin y que los dos giles escribiesen las conclusiones.
Marzo 1953, los giles publican/plagian/roban los apuntes de
Rosalind Franklin y dicen que ellos son los autores de tan radicalmente
revolucionario descubrimiento como la Foto 51 y el descubrimiento del modelo de
la molécula de ADN. Los nombres de Rosalind Franklin y Raymond Gosling no
aparecen por ningún lado. Al mes siguiente en su artículo en Nature, tuvieron
la buena onda de poner en un pie de página que fueron “estimulados por los
conocimientos generales” levantados por Rosalind Franklin y Maurice Wilkins
(otro colega en el King’s College). ¡¡Franklin les escribió todo el artículo!!
Para echarle sal a la herida, se llegó a un acuerdo (que es más bien un
manotazo de ahogado) entre Wilkins, el director de Cambridge (donde venían los giles) y Nature
que un paper que eventualmente levantaron Franklin y Wilkins saliese en la
misma edición. Pero el de los giles aparece páginas antes, por tanto lo escrito
por Franklin y Wilkins quedó como “sí, nosotros apoyamos lo que estos dos
sabios hombres están diciendo”. Y el trabajo de hormiga de Gosling también
queda olvidado.
La historia de la Dra. Rosalind Franklin culmina en abril de
1958, cuando un cáncer de ovarios se lleva sus 37 años de vida. Y en 1962, los
dos giles se ganan el Premio Nobel de Fisiología/Medicina por [cita] “sus
descubrimientos en torno a la estructura molecular de los ácidos nucleicos y por
su significancia en transferir información de material viviente”. ¿Franklin?
¿Gosling? No. Los dos giles se quedaron con todo el crédito. Maurice Wilkins
aparece como tercer co-autor, pero él no tuvo los cojones para decir que la
difunta Rosalind Franklin fue la pieza clave en todo este descubrimiento.
Si buscas “ADN doble hélice” te aparecerá el nombre de los
dos giles en internet, posiblemente sus nombres aparecieron en tus libros de
ciencias naturales. Si fuiste a mi colegio, quizás te acuerdas del profe de
biología que con pasión narró la revolucionaria significancia que los dos giles
tuvieron en las ciencias naturales, y el merecido Premio Nobel que recibieron
gracias a sus descubrimientos.
No. Fue un robo.
Los dos giles no tenían el conocimiento metódico que
requería el descubrimiento de la doble hélice. Uno de los giles ni siquiera provenía
de un campo afín al estudio de cristalografía con rayos X y su inexperiencia
llevó a muchos errores que apuntes ROBADOS le permitieron reinterpretar.
Uno de los giles falleció hace unos años ya. El otro celebrará
pronto su 94° cumpleaños, luego de una vida de galardones y reconocimientos que
no se merece. No he revisado su biografía, quizás tenga sus propios méritos;
pero lo que hace que él pase a la historia, el Premio Nobel de Medicina de
1962, es algo que él no se merece.
Rosalind Franklin sufrió machismos desde su infancia cuando
su papá no quiso que entrara a la U a estudiar ciencias naturales. Cuando en algunos
de sus laboratorios fue acosada por hombres que no querían entender que una
mujer fuese super inteligente y que esté ahí por sus méritos. Fue mansplaineada
en su área de expertiz por un gil que “sabía más por ser hombre”. Y fue olvidada
por la historia en uno de los descubrimientos más grandes del siglo XX.
Gil culiao, a ti te estoy hablando: Devuélvele el Nobel a la Doctora Rosalind Elsie Franklin. En el 60° aniversario del Nobel que te robaste, que se haga la justicia que tanto debes.
En el Día Internacional de la Mujer, creo que ellas deben tener el micrófono para narrar las muchas cosas que ellas consideran relevante. A mí, como hombre y como persona que cree en el universal acceso a las ciencias naturales, lo mínimo que me corresponde es denunciar lo que dos giles hicieron hace décadas y que el comité del Premio Nobel no ha arreglado desde entonces. Y un granito de arena para que el legítimo legado
de la Doctora Franklin viva por siempre.
Saludos al Doctor Raymond Gosling (1926-2015). Qué triste que los et
al sean otro grupo olvidado por la historia.
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