sábado, 5 de mayo de 2018

¿Se puede separar al autor de la obra?

Lo bueno de ser un mamífero ignorante es que soy inmune a los debates sobre acoso sexual en Hollywood y como dichos actos nublan la obra del artista, porque esos artistas me son indiferentes. Kevin Spacey y sus escándalos de abuso sexual, el trollazo de Ases Falsos y sus frases machistas, Michael Jackson y la pedofilia, etc. He tenido la suerte (¿privilegio?) que mis ídolos son pro de las minorías (pienso en Billie Joe Armstrong o Neil deGrasse Tyson) o están preocupados de su asunto y casi no salen a luz pública (como John Williams o Gendy Tartakovsky). Entonces, el título de esta entrada me es muy fácil de responder: no sé y no me afecta.

O hasta que empecé a leer por allí y sí me empezó a afectar; llegamos a uno de los recuerdos más importantes de mi infancia: Tom & Jerry.


Ver un gato perseguir un ratón sólo para ser arrollado, quemado, fracturado y todos los -ado posibles era algo que mi diafragma de seis años no podía tolerar y varias veces me llegué a atorar de la risa. Ay, la nostalgia. La animación de Tom & Jerry se puede dividir en tres eras: la de Hanna Barbera entre 1946 y 1958, la época de la que no hablamos (entre el '58 y el '62) y Warner Bros. desde 1963 hasta el '67. La época de Warner estuvo a cargo de un nombre legendario en animación: Chuck Jones, quien además fue director y animador principal de Wile E. Coyote and the Road Runner, otro favorito de mi infancia. No sé si haya alguna relación entre mi personalidad y que me gusten animaciones tan sádicas, lo dejo a discusión.


Sin embargo, junto a todas las risas que me dio Chuck Jones, él también es directo responsable de varios momentos homofóbicos y machistas en las Merrie Melodies. ¿Se acuerdan de esa vez que Bugs Bunny se vistió de mujer para engañar a Elmer el Cazador? ¿Se acuerdan de Pepé le Pew, el zorrillo que acosaba a una gata? Ahí empiezan los problemas. Es cierto que el humor era distinto en los 50-60s, que el lugar de las mujeres sí era la cocina y era lo correcto, pero también es innegable el rol social y educador que tienen las series animadas. En esos años los livings que tenían un televisor dependían de él como ventana al mundo. Los niños que crecieron junto a Merrie Melodies vieron allí lo que estaba bien, su visión de mundo se formó en base a esas risas.


Arriba pueden ver el cómic del 31 de Julio de 1968 de Peanuts [Clickear para leer en grande]. Ese cómic hizo historia. Los blancos no interactuaban con los negros y estaba mal que nos mezclásemos. No podíamos mostrarle eso a los niños porque pensarían que es normal compartir el mismo espacio; ellos son muy impresionables y no entenderían bien. A Charles Schulz le importó un carajo: creó a Franklin y lo puso al lado de Charlie Brown. Cartas al director, protestas al diario, amenazar con echar a Charles de la editorial y mil dramas más. Todo por mostrar un niño negro. Todo por decirle a sus niños lectores que ser negro está bien y no hay nada raro o jocoso en eso. Schulz entendió que Peanuts tenía un rol social y que su mensaje se leía por muchos.

Pero Chuck Jones no. Él pensó que es chistoso que un hombre se disfrace se mujer, y es aún más chistoso que otro hombre se enamore de un hombre vestido de mujer. En 2018 a eso se le llama "trapitos" en el anime, en los 60s era Bugs disfrazado. La mujer debía quedarse callada y sumisa y aguantar a un zorrillo acosarla eternamente. Cuando Van Partible creó Johnny Bravo en 2001, las mujeres respondían con un puñetazo ante al acoso; para Chuck sólo bastaba retirarse del zorrillo acosador y quedarse calladas.


Hanna Barbera y Warner también sabían que podían usar su animación para dar un mensaje, si sus personajes hasta tocaron la guerra para que los niños no se preocupasen tanto al ver a sus papás muriéndose en Normandía. ¿Por qué Chuck no la usó para algo más?

Hace unos años empezó esta campaña online para que Looney Tunes borrase de sus catálogos sus personajes y episodios racistas u homofóbicos. En particular querían eliminar los blackface. La respuesta de Warner fue brutal: no. Eliminar esos episodios sería hacer como si nunca ocurrieron, sería olvidarlos. Looney Tunes tiene muchos puntos positivos y está bien recordarlos, alegrarse y sentir nostalgia. Pero tampoco olvidar que hay un lado negro y es deber tanto de la compañía como del televidente el no olvidarlos, porque también son muy reales. Hacer como que no pasó es hacerse el leso con asuntos que aún hoy nos atañen y de los que ellos son de algún modo responsables.


La respuesta de Warner es más o menos la que le doy a la pregunta inicial. Sí. Sí creo que se puede separar al autor de su obra. Sí creo que puedo cagarme de la risa con los episodios de Tom & Jerry creados por Chuck Jones, y sentir nostalgia al recordar las veces que se me dislocaba el diafragma riendo de cabro chico. Pero tampoco olvidar que Jones hizo esa parodia a los transgénero con Bugs Bunny, y su apología al acoso con Pepé Le Pew. Que Speedy Gonzales es una sátira tremenda hacia México creada por la misma mente tras Silvestre y Piolín. Etcétera. Sí creo que nosotros, personas que (ad)miramos la obra podemos disfrutarla, pero también es nuestro deber no hacernos los lesos con los puntos negativos que el autor tiene.

Saludos a CatDog.

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