viernes, 25 de mayo de 2018

Este fue un buen comienzo

Era el año 2005. Yo era un pendejo miserable que escuchaba el punk pop que salía en la tele y los Placebo y Linkin Park que mi hermana oía todo el día. Me acuerdo de esa tarde de verano. Me acuerdo de "Flamantes", el programa de MTV donde mostraban los videos nuevos de esa semana. Me acuerdo que también mostraron "Perfect" de Simple Plan. Me acuerdo que fue ahí cuando escuché por primera vez "Hoppípolla". Me acuerdo que el programa acabó, fui al PC de mis viejos y en el Ares busqué esa canción en idioma raro cuyo video me dejó absorto, porque no podía permitir que se me olvidase ese nombre raro. Me acuerdo que la oí tres veces seguidas y no me aburría.

Me acuerdo de esa tarde que conocí a la banda más importante de mi vida: Sigur Rós. Y me acuerdo que esta semana se cumplieron seis meses desde que vi a la banda más importante de mi vida...en vivo.


Al día siguiente aparecieron las primeras reviews en las fanzines de música. Allí se refirieron a Sigur en esos clásicos adjetivos y verbos que uno lee en esas páginas: enigmático, hipnótico, tímida guitarra, batería tempestuosa, etc. Al leerlas dos cosas me pasaron. La primera es que me llamó la atención lo estéril que se sentían al usar esas palabras tan rebuscadas a música que te logra llegar a la médula, a los sentimientos más abstractos y personales, y lo segundo es cómo en apenas ocho horas lograste procesar un concierto de Sigur Rós. Yo necesité un semestre para asumir que escuché "Sæglópur" en vivo.

Oh weón..."Sæglópur".

Sigur Rós ya era un habitual en mis playlists y los cds piratas de aquel entonces. "Popplagið" era un tema que ponía tan fuerte que mi vieja subía a mi pieza a decir que le bajara, hasta la vecina me tiró algo a la ventana una vez. "Mílanó" que era como larga pero no, como que relajante pero que me llenaba de energía, y "Ágætis byrjun" que no entendía un carajo y que le inventaba significado según el estado de ánimo. Que era la canción para oír un sábado a las 9 am cuando mi gata se acurrucaba en mi cama aprovechando el sol matutino. Que la canción para después de estudiar para las pruebas globales y sentir "ya, terminé de leer esta weá". Que la canción para tocar si es que algún día aprendía a tocar guitarra.

Ya estaba cabizbajo porque Sigur Rós iba a Brasil sin pasar por Argentina ni Chile. La galería se había agotado el mismo día y la cancha estaba como a 75% de vendida. Yo no tenía un RUT brasileño y entradas + viaje a Brasil eran mucho; uno no quería perder la esperanza pero la realidad te sugería que mejor era resignarse y fin. 8.30 am y la micro entra al bandejón Santa Rosa después de Franklin, la Darling me llama por teléfono. "Vienen. 24 de Noviembre". Listo. No había que decir nada más.

"Sol brillante. Y aquí estás tú."

Sus semanas cagándome de hambre y yéndome a pata del colegio a la casa, y me logré comprar el "Heima". La tele grande estaba en la pieza de mis viejos así que ahí vi el DVD decenas de veces. El perro siempre se paseó por toda la casa y odiaba cuando yo estaba en la tele de mis viejos porque significaba que habría música fuerte. Odiaba Nirvana, pero siempre que él escuchaba el inicio de "Takk..." y Jónsi diciendo "Heima means...at home" se ponía en la cama al lado mío. En particular, noté que le gustaba "Heysátan". A ocho años de esas tardes, escucho ese piano y Jónsi afuera de esa casa cantando con ese gorrito qlo, que me acuerdo cuando mi perro y yo nos quedábamos pegados mirando el "Heima" (salvo "Popplagið", ahí se iba de la pieza).

"Caché que venía Sigur Rós y me acordé al tiro de ti" me dijeron harto cuando confirmaron. Años predicando con mis amigos surtió efecto. En la fila también hallé hartos conocidos; amigos que me decían "weón, fijo que te iba a ver acá desde temprano". La escalera que baja hacia la Arena, la valla papal, el guardia, la Darling y yo. En ese orden empezaba la fila hacia Cancha General, fila que se llenó bastante rápido. Una de las marcas en el patio de comidas fuera del Movistar pone temas de Sigur para amenizar. No disimulo que se me lagrimean los ojos cuando suena "Olsen Olsen". Me intenté convencer de no llorar todavía, así que me imaginé ese episodio de Los Simpsons donde Homero va a Islandia y suena harto "Olsen Olsen", para que por último me diera risa. Nada. Ya estaba entregado. Suena "Starálfur" después. El DJ quería hacerme llorar oye.

Ya estudiando en la U se anuncia que para el festival internacional de cine se mostrará "Inni" en el Parque Arauco. Se apagan las luces y esta pelotuda delante mío prende el celular para twittear alguna idiotez. Dos chuchás después y suena el legendario tuuuun de "Svefn-G-Englar". El arco de la guitarra de Jónsi truena en toda la sala y yo era la nada con patas ahí, acurrucado en la butaca del cine. Un par de nucas se delinean filas adelante cuando la luz de la pantalla ilumina. Después todo se pone negro, la gente del concierto aplaude, comienza "Glósóli". Mientras parte la canción, caché que tenía la lengua seca. Creo que en todos los diez y algo minutos que dura Svefn fui incapaz de cerrar la boca. ¿Absorto? El mejor adjetivo para ese momento.

Tjú tjú.


No te diré que tengo la mayor cancha bajo el cuerpo, pero sí he ido a su buen par de conciertos. La espera siempre me genera hartas emociones, estar con tantos giles que sienten lo mismo que yo. Pero ahí estaba apoyado en la reja frente a la batería sin poder pensar nada. Sale un roadie y pone la guitarra de Jónsi en el escenario. Esa guitarra café que está hecha concha luego de tanto azote que le ha dado. Esa guitarra que vi tantas veces en "Heima" e "Inni", tantas veces en YouTube, tantas veces escuché a través del wi-fi. Ella estaba a no más de ocho metros de mí. Se apagan las luces, la gente aplaude cuando sale Orri, George y Jónsi, creo que moví las palmas pero a más no atiné. Empieza "Á" y Jónsi manda su primer falsetto. Siento que mi mandíbula tirita y algo tibio baja por mi mejilla. Yo ya estaba llorando a la chucha.

Las únicas dos ideas que se me pasaron por la cabeza fueron "esto de verdad está pasando" y un "oh, hay más gente" cuando oía aplaudir atrás. Todo lo demás, yo sólo me movía al son de "Glósóli". La Arena se ilumina cuando Orri empieza el puente hacia la explosión en la canción, Jónsi prepara el arco para la parte catárquica y George aprieta un pedal...el minuto que le siguió a esas acciones es algo que no se puede poner en palabras. Quizás alguien en Humonegro lo intentó, pero fijo falló. Ese minuto fue una volada de cerebros que no se había visto desde ese meteorito que mató a los dinosaurios.


La primera vez que oí ( ) algo me pasó ahí dentro. Ya conocía su par de temas sueltos, pero oírlos de corrido fue una experiencia demasiado distinta: esos 77 minutos que hacen mi disco favorito y todo lo sinestésico que hay entre medio. Esa vez conocí a "Dauðalagið", la canción de la muerte. Jónsi tiene gigantesco rango vocal y acá presenta su fase más fúnebre, Orri aforrándole un golpe a la caja como si fuese sentencia judicial. Algo me da en la espalda con esta canción que me hace sentir que es la misma muerte la que está cantando (sí, vi mucho Shaman King de cabro chico). En el Movistar la luz tenue que ilumina la espalda de Orri al levantar sus brazos ayuda muchísimo a la atmósfera. Jónsi maúlla esos versos sin letra al final, sonando calcadísimo al disco. ¿Podemos detenernos un minuto en notar que cada fina y débil nota de Sigur Rós en estudio se refleja en vivo?


El ( ) empieza con un pequeño click antes de la primera nota, antes que "Vaka" comience. Esas notas iniciales de "Vaka" me significan un sinfín de memorias, que mi cerebro se prepare a la experiencia que es escuchar el ( ). Según last.fm, he escuchado ( ) progresivamente menos al pasar los años, quizás una respuesta inconsciente a todo lo que dicho disco me significa, a todas esas vivencias demasiado personales y abstractas para poner en texto en internet. Todo eso me pegó en la cara cuando Jónsi toca la overtura de "Vaka". Quizás la vez que más a la puta me he ido...en mi vida.

¿Faltó "Hoppípolla"? No lo sé. El setlist estaba pensado para desgarrar el alma, no para ser sublime. "Inní mér syngur vitleysingur" habría sido igualmente rara, no hubiese cabido. Hoppí fue la primerísima canción de Sigur Rós que oí y le debo mucho, pero "insatisfecho" es la última palabra con la que podría describir ese 24 de Noviembre. No fueron las canciones, no fueron los diez y más años esperándolos. No fue "Vaka", "Ný Batterí" o gritar/chamullar "¡Orri te amo!" en islandés y que él me escuchase. Sigur Rós me es mucho más que estas 1600 palabras pueden intentar verbalizar.

Hace seis meses Sigur Rós estuvo en Chile. Y yo estuve ahí, y la Darling tiene la otra mitad del setlist.


Saludos al Marinero vivo que llegó a casa, el Sæglópur á lífi sem kominn heim.

sábado, 5 de mayo de 2018

¿Se puede separar al autor de la obra?

Lo bueno de ser un mamífero ignorante es que soy inmune a los debates sobre acoso sexual en Hollywood y como dichos actos nublan la obra del artista, porque esos artistas me son indiferentes. Kevin Spacey y sus escándalos de abuso sexual, el trollazo de Ases Falsos y sus frases machistas, Michael Jackson y la pedofilia, etc. He tenido la suerte (¿privilegio?) que mis ídolos son pro de las minorías (pienso en Billie Joe Armstrong o Neil deGrasse Tyson) o están preocupados de su asunto y casi no salen a luz pública (como John Williams o Gendy Tartakovsky). Entonces, el título de esta entrada me es muy fácil de responder: no sé y no me afecta.

O hasta que empecé a leer por allí y sí me empezó a afectar; llegamos a uno de los recuerdos más importantes de mi infancia: Tom & Jerry.


Ver un gato perseguir un ratón sólo para ser arrollado, quemado, fracturado y todos los -ado posibles era algo que mi diafragma de seis años no podía tolerar y varias veces me llegué a atorar de la risa. Ay, la nostalgia. La animación de Tom & Jerry se puede dividir en tres eras: la de Hanna Barbera entre 1946 y 1958, la época de la que no hablamos (entre el '58 y el '62) y Warner Bros. desde 1963 hasta el '67. La época de Warner estuvo a cargo de un nombre legendario en animación: Chuck Jones, quien además fue director y animador principal de Wile E. Coyote and the Road Runner, otro favorito de mi infancia. No sé si haya alguna relación entre mi personalidad y que me gusten animaciones tan sádicas, lo dejo a discusión.


Sin embargo, junto a todas las risas que me dio Chuck Jones, él también es directo responsable de varios momentos homofóbicos y machistas en las Merrie Melodies. ¿Se acuerdan de esa vez que Bugs Bunny se vistió de mujer para engañar a Elmer el Cazador? ¿Se acuerdan de Pepé le Pew, el zorrillo que acosaba a una gata? Ahí empiezan los problemas. Es cierto que el humor era distinto en los 50-60s, que el lugar de las mujeres sí era la cocina y era lo correcto, pero también es innegable el rol social y educador que tienen las series animadas. En esos años los livings que tenían un televisor dependían de él como ventana al mundo. Los niños que crecieron junto a Merrie Melodies vieron allí lo que estaba bien, su visión de mundo se formó en base a esas risas.


Arriba pueden ver el cómic del 31 de Julio de 1968 de Peanuts [Clickear para leer en grande]. Ese cómic hizo historia. Los blancos no interactuaban con los negros y estaba mal que nos mezclásemos. No podíamos mostrarle eso a los niños porque pensarían que es normal compartir el mismo espacio; ellos son muy impresionables y no entenderían bien. A Charles Schulz le importó un carajo: creó a Franklin y lo puso al lado de Charlie Brown. Cartas al director, protestas al diario, amenazar con echar a Charles de la editorial y mil dramas más. Todo por mostrar un niño negro. Todo por decirle a sus niños lectores que ser negro está bien y no hay nada raro o jocoso en eso. Schulz entendió que Peanuts tenía un rol social y que su mensaje se leía por muchos.

Pero Chuck Jones no. Él pensó que es chistoso que un hombre se disfrace se mujer, y es aún más chistoso que otro hombre se enamore de un hombre vestido de mujer. En 2018 a eso se le llama "trapitos" en el anime, en los 60s era Bugs disfrazado. La mujer debía quedarse callada y sumisa y aguantar a un zorrillo acosarla eternamente. Cuando Van Partible creó Johnny Bravo en 2001, las mujeres respondían con un puñetazo ante al acoso; para Chuck sólo bastaba retirarse del zorrillo acosador y quedarse calladas.


Hanna Barbera y Warner también sabían que podían usar su animación para dar un mensaje, si sus personajes hasta tocaron la guerra para que los niños no se preocupasen tanto al ver a sus papás muriéndose en Normandía. ¿Por qué Chuck no la usó para algo más?

Hace unos años empezó esta campaña online para que Looney Tunes borrase de sus catálogos sus personajes y episodios racistas u homofóbicos. En particular querían eliminar los blackface. La respuesta de Warner fue brutal: no. Eliminar esos episodios sería hacer como si nunca ocurrieron, sería olvidarlos. Looney Tunes tiene muchos puntos positivos y está bien recordarlos, alegrarse y sentir nostalgia. Pero tampoco olvidar que hay un lado negro y es deber tanto de la compañía como del televidente el no olvidarlos, porque también son muy reales. Hacer como que no pasó es hacerse el leso con asuntos que aún hoy nos atañen y de los que ellos son de algún modo responsables.


La respuesta de Warner es más o menos la que le doy a la pregunta inicial. Sí. Sí creo que se puede separar al autor de su obra. Sí creo que puedo cagarme de la risa con los episodios de Tom & Jerry creados por Chuck Jones, y sentir nostalgia al recordar las veces que se me dislocaba el diafragma riendo de cabro chico. Pero tampoco olvidar que Jones hizo esa parodia a los transgénero con Bugs Bunny, y su apología al acoso con Pepé Le Pew. Que Speedy Gonzales es una sátira tremenda hacia México creada por la misma mente tras Silvestre y Piolín. Etcétera. Sí creo que nosotros, personas que (ad)miramos la obra podemos disfrutarla, pero también es nuestro deber no hacernos los lesos con los puntos negativos que el autor tiene.

Saludos a CatDog.