No era una molotov.
No era una mochila.
No era una piedra.
Era un perro.
Era el Negro Matapacos.
"¡¡Dale Negro!!" se empezó a escuchar por todos lados. Entre que el Negro se movía entre las piernas de los pacos, que esquivaba los lumazos y que no se callaba, el estudiante se logra zafar y todos celebramos al perro. Él entre que mueve la cola recibiendo los cumplidos, y que sigue ladrándole a los pacos porque...en verdad él los odiaba.
Y así conocí a la leyenda.
La señora María halló al Negro por Ahumada y lo adoptó, pero a la primera marcha estudiantil se le arrancó. Y volvió. Y se le volvió a arrancar, y así. Kiltros en las marchas no eran una visión rara, pero ver a uno tan decididamente en la vanguardia de ésta sí llamaba la atención. En entrevistas la señora María contaba que él tenía un sexto sentido para saber cuándo las marchas empezaban, y 15 minutos antes ya rasguñaba la puerta porque sabía que tenía que ir a liderar una. Y no puedo enfatizar en cuánto odiaba a los pacos, especialmente a los de FFEE.
Desde la U Central le hicieron un documental (el cual recomiendo bastante) que contribuyó a aumentar su fama y su culto, su nombre se hizo conocido más allá de nuestras fronteras. Ya era el año 2013 y el Negro Matapacos era nuestra celebridad estudiantil; como el Loukanikos de Grecia, pero nuestro.
Aunque sé que la Leyenda va a vivir por mucho mucho tiempo, todos tenemos una fecha de vencimiento, y la fecha del Negro llegó ayer, 26 de Agosto de 2017. Irónicamente, ese es el Día del Perro, supongo que él no podía elegir cualquier día random. A una edad desconocida (aunque los veterinarios dicen que eran más de diez años) el Negro Matapacos dejó el mundo terrenal.
María halló en el Paseo Ahumada a un perro callejero (de esos que no importan) y le ofreció una segunda oportunidad en la vida, porque la suerte que tienen varios kiltros es morir de hipotermia, arrollado o de algún virus en la Alameda. La señora María tuvo un corazón de oro, y el Negro se sacó el Kino con ella. El Negro fue el líder que nunca nos dejó de lado, el que siempre nos cuidó en cuanta marcha hubo en ese turbulento año, y la motivación que necesité su par de veces cuando la calle estaba blanca de lacrimógenas.
Hasta siempre, Negro Matapacos. Gracias señora María y gracias Negro. Gracias por tanto.
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