sábado, 15 de agosto de 2009

Número 6

Había una vez, esa vez, aquella vez y esta vez, pero hablaré de esta vez. De esta vez que fue un jueves en la mañana, parecía uno cualquiera, en el fondo lo era. Un poco pasado de las 6 AM, mi amo y yo en la micro, él como siempre conduciendo, a través de esta jungla de cemento. Alimentados por esa paranoia extraña de llegar temprano al trabajo, resulta que incluso ahora, la micro está ya medio llena, unos 13 de los 26 asientos ya ocupados, en su mayoría escolares, pequeños infantes con esa cara de inocencia, algunos tienen al lado a sus somnolientas madres, que ven la hora cada cinco minutos, y en el intervalo retan a sus hijos por las notas que aun no se sacan, la tarea que aun no les dan, o la suciedad de sus uniformes que aun no tienen, “Madre hay una sola” dijo una vez mi amo, y menos mal que es sólo una.
Entramos a una población, en el primer paradero un grupo de unos cinco chicos junto a dos señoras se suben, pasaje local, se acomodan en los asientos, y antes de avanzar 10 metros un sudado hombre de terno salta a la escalera de la parte delantera. Al segundo paradero un gran desfile de mochilas multicolores y algunos papelografos, cabezas rapadas, otras con trabas, cintillos y tinturas estrafalarias, entre medio de esas pequeñas cabezas se asoman cabezas un poco más lánguidas y canosas, pero curiosamente éstas son las que más empujan, al punto de que un pobre escolar ve su trabajo casi mutilado al ser aplastado entre dos mochilas cuando fue empujado por una de estas cabezas canosas, sus ojos que soltaron unas leves lágrimas sólo recibieron un “Disculpa niño” de parte del inconsciente gordito calvito que le acaba de arruinar una interesante maqueta de quién sabe qué, a través del espejo delantero mi amo ve con un empático rostro el techo aplastado, algunos árboles arrancados, y un hombre de plasticina presionado contra el cartón piedra, curiosamente el hombre aún conserva su sonrisa.
El aire lentamente comienza a tornarse pesado a medida que la treintena de personas comienzan a exigir su cuota de aire dentro, lo único bueno es que el frío se pasa algo más rápido así. Cuando a la distancia se ve el techo del primer colegio en el recorrido, algunos escolares comienzan a pararse, una segunda guerra entre mochilas y viejas histéricas para conglomerarse cerca de la puerta delantera o la trasera. Pero antes de comenzar mi martirio, alguien desde fuera levanta su mano, no se por qué razón mi amo teniendo la micro llena se detiene y le abre la puerta, pero bueno, es su trabajo, una señora entrada en años y en kilos se sube refunfuñándole a “Estos cabros de miechica que no ceden el asiento”, mi amo le hace caso omiso a sus infernales quejas y simplemente le entrega el vuelto. Llegamos al primer colegio, mi primer sufrimiento, y hoy fue como ninguno. Uno de los escolares con gran pasión toca el timbre de atrás, y lo toca de nuevo, y ¡de nuevo! Claro, aprieta con toda la rabia del mundo, ya que nadie le importa lo que siento, nadie se preocupa del pobre timbre de la puerta de atrás. Para más remate un segundo chico vuelve a apretarme, por fortuna antes de que un tercero se sume al martirio, mi amo abre la puerta y como borregos arrancando del lobo salen corriendo hacia su escuela, las muchas viejas canosas que tanto reclamaban…pues siguen haciéndolo, ahora es:
- Por fin estos cabros chicos se bajan – Dice una
- Ya era hora, no pagan ná’ y se creen dueños de la micro – Le responde otra.
Recorriendo un poco más, la puerta delantera se abre nuevamente, entra una extraña señora, debe tener mínimo 80 años, con esfuerzo sube los tres escalones y muestra lo que lleva en su mano derecha, un gato blanco, está cómodamente acurrucado en su chaleco gris, el pequeño peludo no pasa desapercibido en la micro, se oyen comentarios de “¿Cómo entra con un animal?” de algunas viejas, y un niño que queda no menos que encandilado mirándolo, y comienza a decir:
- Gatito, gatito, gatito, el gatito es tan suave y bonito, ¿quieres acariciar al gatito? ¡Sí! Sí quiero.
Todos se quedaron extrañados ante curiosa oración, pero él en su inocencia no parece darse por aludido y sigue:
- Gatito, gatito, gatito, el gatito es tan suave y bonito, ¿quieres acariciar al gatito? ¡Sí! Sí quiero
Si no es por su enojada madre que le pregunta por los materiales para Artes, posiblemente se habría quedado así todo el viaje. Finalmente la señora, junto a su gato, llegan hasta el asiento que está al lado de el conductor.
- ¿A dónde va señora? – Le pregunta mi amo
- No sé, ¿Usted a dónde va? – Le responde
- Ehm…al terminal.
- Bueno, lléveme ahí, le pago cuando me baje
Tres colegios, doce paraderos, y unos 6 kilómetros después, sólo quedaba un caballero sentado casi al final de la micro, junto a mí, y esta extraña señora, que parece haberse quedado dormida, el gato acurrucado ronroneaba al compás de unos leves ronquidos de su dueña. Doblamos para entrar en una larga calle que va a través de unas parcelas, para comunicar con la ciudad vecina, en algún punto en que no me fijé el caballero se baja, quedando mi amo, la señora, el gato y yo solamente, mientras los débiles rayos del sol aparecen.
Repentinamente, la señora se despierta, le pide a mi amo si se puede detener unos cuantos minutos, él le hace caso, ella con esfuerzo se baja y, junto a su gato que dejó en el suelo, caminaron hasta una pequeña piedra blanca que había medianamente escondida entre los arbustos. Mi amo la miraba de reojo, hasta que se le perdió de vista, detuvo el motor, se bajó y se dirigió a aquella piedra blanca. Con asombro vio que era una animita, leyó la inscripción que allí decía:
“Ester Rojas, 1938 – 2002, esperaba la micro para regresar a casa, cuando una micro la llevó donde el señor. Ester, le cuidaré siempre a su gato”. El gato blanco estaba recostado encima de la animita, mi amo lo tomó, subió con él a la micro, encendió el motor y, aun faltando un gran trayecto para terminar el recorrido, dio media vuelta y se dirigió a casa, con los ojos húmedos. Cada cierto tiempo le escuchaba decir:
- Gatito, gatito, gatito, el gatito es tan suave y bonito, ¿quieres acariciar al gatito? ¡Sí! Sí quiero.


Lo escribí el año pasado, recibí buenas críticas, y...como siempre, son libres de agarrarlo, despedazarlo y ofrecérselo como tributo al monesvol. Ahora, si les gusta, también es bienvenido. 15 de Agosto, día de la asunción de la Virgen. Nunca he entendido del todo el por qué son feriados legales las festividades religiosas pero bueno, así es la vida, no voy a hacer un proyecto de ley para quitar un festivo. Y bueno, para el que le suena la frase Gatito, gatito, gatito, el gatito es tan suave y bonito, ¿quieres acariciar al gatito? ¡Sí! Sí quiero... es de "Hey! Arnold", en el episodio en que Óscar quiere aprender a leer. Si bien no encontré el episodio, esto supongo que valdrá también.
Por lo demás...portense bien, lavense el hocico y cuando crucen la calle vean que no viene un elefante rosa en la esquina, son más rápidos y agresivos que los normales.

3 comentarios:

  1. No sé por qué, pero la historia esa me llegó al alma. Y lo del "gatito suave y bonito" me recordó a mi dulce infancia (?)

    Bien por los elefantes rosa!

    ~Miki

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  2. Chucha...
    Siempre que me daban la tarea de escribir una historia terminaba siendo algo average en el mejor de los casos. Nunca logro poner mi imaginacion en el papel, como si se me borrara todo lo q queria escribir en el momento en que tomo el lapiz.

    Exelente trabajo. Puedo imaginarme esta historia en alguna recopilacion de fabulas para niños...

    Desde el otro lado del charco.

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  3. Lo del gatito nos recuerda a nuestra infancia porque en un capítulo de ''Hey Arnold'' lo decían :)

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