martes, 20 de julio de 2010

¿Gol?

Ah sí...España ganó el mundial. Hace un tiempo leí en algún lado algo que me dejó pensando. Dios es un estado mental, está claro, lo invocamos para no sentirnos solos, para menguar nuestra miserable existencia o cuando nos da cuco hacer las cosas "solos" (al final, los exámenes los haces solo, todo lo demás es Efecto Placebo). En la época clásica, esta sensación era alimentada con grandes carnavales, sexo y drogas, impuestos al emperador y bla bu bla~, para el medioevo se convirtió de una opción de vida o creencia en la normativa general. Más allá de las formas, el fondo es el mismo, nuestra sociedad necesita algo "trascendental" a que dedicarle gran parte de sus esfuerzos, sentimientos y pasiones. Este año lo corroboré nuevamente, actualmente ese "algo" que succiona cual sanguijuela la atención del mundo y puede alterar en apenas 90 min el estado anímico de una nación, es nada más que un simple balón, en una cancha de 90 a 120 m de largo por unos 65 de ancho, siendo acosada por 22 sujetos con uniformes de colores. A su alrededor, gente gritando de un modo que supera el orgasmo, siendo además visto por televidentes desde Osorno hasta Ulaan Baatar.
El fútbol, Soccer conocido por los británicos (y por quienes nos gusta diferenciarlo del "Rugby") es el deporte más masivo en el mundo, y...se notó hace unas pocas semanas. Para comenzar el parlamiento (¿), veamos la periferia del asunto.

Los que nos quedamos en casa. La radio, la prensa, la tele, la World Wide Web y hasta en las conversaciones de pasillo, el ambiente trataba sobre los equipos, las apuestas al ganador, los movimentos que se deberían optar, los grupos que lo conformaban, predicciones aritméticas de qué partidos se debían ganar y a cuantos goles y qué partidos podrían ser empatados o hasta perdidos. Para la mejor recepción visual del mundial, comenzó la más masiva (de las que recuerdo) venta de aparatos audiovisuales. Se dijo en su momento "La Roja se merece que yo la vea de la mejor manera, compre un plasma". Y gente pagaba por pantallas líquidas de 42", y las tiendas estaban felices. Y sus compradores también. Los locales comerciales todos tenían al menos una "conexión al mundo" que informaba a tiempo real de los pases, de las entradas, de los fouls y de los entrenadores. Hasta la menos pensada marca comercial aprovechó a los jugadores o a Sudáfrica para su pauta comercial, la cual evidentemente fue muuuuuy recibida por sus potenciales compradores, apostaría mi ingreso mensual a que si Humberto Suazo hubiese dicho "yo al almorzar, me limpio con servilletas Abolengo" las ventas de esta marca de servilletas habría llegado a la exósfera y más allá.
Al momento en que ocurrió, la ciudad entera se vació. No habían almas, no había sonido que no fuesen las vuvuzelas a miles de kms siendo oídas por televisiones plasmas de apenas un mes o menos de edad (o más si es que sobrevivieron el 8.8). La paranoia previa y vehículos a más de 80 km/hr en ciudad desapareció en 30 min y menos. Cuando los jugadores salían en pantalla y comenzaba el himno de la patria a la que pertenezco, se podía oír el eco de almas coreando "y tus campos de flores bordados...". Cuando se aparecía una tarjeta amarilla o se quejaban de una falta, el sonido de las pifias se oían tanto o más fuerte que en el propio estadio y, cuando los 90 min pasaron, una de dos cosas ocurrirían: gritos, bocinazos, champañazos y demás -azos que romperían tímpanos durante las próximas 3 o 4 hrs, o una depresión aun peor que el luto. En cualquier caso, el resto del día sería un no-oficial feriado nacional, ante la esperanza del próximo partido.

Los que habitaban cerca de la arena. Pasó algo muy friki con las olimpiadas tiempo atrás, de la nada la ciudad Pekín, hogar de casas rojas eléctricos, dragones voladores y demás, se transformó en la Beijing que albergaría los juegos olímpicos, ciudad moderna y llena de chinos. Pasó algo similiar en Johanesburgo. Antes, era un país de negros y Ku Klux Klan, de Nelson Mandela, hambre, tiburones blancos y buen clima. Se convirtió de la nada en un país brillante por su gente y demases cursilerías. Irónico, de la nada una África tribal y ancestral se convirtió en un Berlín, New York o Saõ Paulo, salvo que la gran mayoría de su población era negra y predominaba el verde limón, el rojo y los demás colores de la bandera sudafricana. Todo el mundo centró sus ojos en una tierra que durante siglos sólo era fuente de esclavos, diamantes, conciertos humanitarios y programas sobre animalitos. ¿Sinismo? O quizá falta de farándula digna de ser televisada, y justamente eso hubo en cantidades jamás vistas en la pobre Sudáfrica. ¿Quién dijo que un país con costa no podría generar turismo en invierno? No estuve allí cuando los 90 min sagrados comenzaban o terminaban, pero por el coro orgásmico de vuvuzelas, barras y gritos, eran colosales.
Los 22+2 (los entrenadores). Como figuras del fútbol, en su mayoría ya eran conocidas, excesivamente bien remuneradas y con un gran séquito de fans cual Rey Absolutista en la Edad Media. Ganaran o perdieran, tendrían una buena cantidad de personas que idolatrarían cada segundo de sus existencias. Cuando la selección llegó a Chile, Brasil, España o Japón, los aeropuertos se toparon con gente en un extásis que supera hasta la más sacra revelación del espíritu santo, ellos sólo debían levantar una mano y sentirse dioses, porque la camiseta que llevaban los convertía literalmente en unos dioses. El sueldo (ya excesivamente alto) que recibían se convirtió en remuneraciones aun más elevadas, en ofertas de trabajo que sencillamente consisten en pasar el balón de aquí a allá, pero que superan en ingreso al tipo que recoge piedritas de la luna, al que colisiona protones a 30.000.000 m/seg, o el que crea maquinaria que llegará al fondo de las Marianas. Podrán jubilarse hoy mismo y tendrán dinero suficiente para que sus bisnietos no tengan que preocuparse de comprar pan, que tendrán recursos.

La pelota en la red. El fin último del deporte es golpear el balón de tal modo que entre en una zona especial del campo. Al hacerlo, el equipo que no es "dueño" de esta zona especial, ganará un punto. Al final, el que más puntos tenga ganará el partido (y la alegría histérica de millones de personas). Me pasó exactamente a las 8.05 AM del partido Chile-Honduras, yo estaba durmiendo en mi pieza cuando me despertó un coro entre notable y horrendo de "¡¡¡¡¡¡¡¡¡GOOOOOOOOOOOOOL!!!!!!!!!!!!!", no fue la tele ni fueron los vecinos, fue toda la población que, a través de las paredes, del vidrio de mi ventana y de las distancias entre pasajes lograron transmitirme un mensaje: Chile había anotado lo que sería el único gol del encuentro, dándoles la victoria. Cuando las O's dejaron de sonar, lo que siguió fueron cuando menos unos cinco minutos de ruido aleatorio, bocinazos y demás. A eso de las 9.30 AM, cuando el partido terminó y me dispuse a ir al colegio, lluvia de espuma de cerveza, gente gritando el tradicional "CE HACHE I", autos a 80 km/hr en barrios residenciales con banderas en la ventana y demás, quizá la única "protección" que hubo fue el horario algo incómodo para verlo, el partido comenzaba a las 7y algo AM pero no me extrañaría que cuando menos ¾ de la población se hayan desvelado para tener cita ante este momento. Bien lo dijo un compañero de curso, no es tanto quizá el hecho mismo de la esfera condenada entrando en la portería hondureña, es el hecho de la alegría quizá paranoica que le llega a gente que durante meses ha tenido muy pocas alegrías. El 8.8 realmente devastó la siquis de mucha gente y lo mediático se encargó de refregárselo. Y para los que no tuvieron encuentros tan dramáticos con la desdicha, sigue siendo tan "necesaria" esta inyección de Epinefrina al organismo y, contagiada por la de quienes te rodean y gritaron el monosílabo histéricamente durante 5 min y se fueron a celebrar en sus autos o a hacer llover cerveza por las calles, terminó dando una alegría a nivel nacional. El 1-0 ante Suiza fue algo similar o hasta peor, en ambas ocasiones (el que nos cobraron y el que no), yo estaba en el gimnasio del colegio, nos juntaron a todos cual vacas en un cerco frente a un proyector y una pared que hacía de telón. Gente bajó a la cancha a saltar, profesores que siempre vi muy correctitos gritando de emoción, enemigos se abrazaban, parejas se formaron, y las clases no pudieron ser retomadas en el resto del día.

"Jugamos como nunca, perdimos como siempre". No entraré en el tema táctico del partido Chile-España, el punto es que perdimos. Pasamos a los 8ºs "coronandonos" entre los mejores 16 de la Copa del Mundo. La alegría patológica se vivía en la plaza de Quillota a las pocas horas del partido, digamos que nos tomó un tiempo asumir que íbamos a los 8º's, aun cuando habíamos perdido. Nos tocaba nada menos que Brasil. 10 minutos antes del partido, había un ambiente de tensión, un tanto de esperanza, un "quizá lo logremos". Al terminar el primer tiempo era un verdadero luto. La tele refregaba el sentimiento al mostrar gente en icónicas partes del país estando con un ánimo cabizbajo, como si hubiesen recibido una muy mala noticia. Cuando llegaron los 90 minutos, no vi a nadie llorar, pero me perturba pensar que en algún lado mucha gente lo hizo. No había ninguna vuvuzela, ningún bocinazo, ningún grito. Era un luto a nivel nacional.

Cual Ash al terminar la liga Pokémon prematuramente, estaba el sentimiento de "hacerlo mejor la próxima vez", conformarnos con lo que habíamos logrado, etc. Saludos a Maradona.

2 comentarios:

  1. Así somos los humanos con el poder de una monosilaba podemos olvidar todo,echar la casa por la ventana y tocar el cielo por un momento..o ¿no?,
    en fin me declaro infectado de la fiebre del mundial, y esque aveces es bueno dejarse llevar, ¿acaso tu no lo crees?

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  2. Por qué tendría que comentar esto, si lo único que sé del fútbol es que durante un lapso de noventa minutos -dato del que tomé con(s)ciencia después de leer arriba, ya que sinceramente no tenía idea- cierta cantidad de cabezas correspondiente a la mitad de aquélla de pies dejan de pensar y preocuparse por los problemas de la humanidad a causa de correr tras un artefacto traza-parábolas? En volá sí sé por qué. Pero por qué tendríamos que hacer todo con una razón? O conocer ésta razón? No tengo idea. Ni de lo que estoy hablando. De lo que estoy segura es que, en mi aproximadamente voluntaria ignorancia sobre el tema, me apesta el hecho de que, como país, necesitemos de este show para sacar las banderas y sentirse sssshilenos. No te imaginai la sorpresa que me llevé cuando encontré, pegada en el refri con un imán, una comunicación del Compañía de María en donde se detallaban los horarios de clases que habían sido modificados para que "pudiésemos disfrutar y ser parte de este evento" sin tener que faltar a clases. En ese periodo yo me encontraba en tierras de Nostradamus, e incluso estando totalmente desconectada de medios masivos de comunicación como la tele o la radio, estaba involuntariamente al tanto de cada partido du Chili, ganado o perdido. No sé si tengo derecho a opinar, pero es irónico e incomprensible para mí el comportamiento social de mi patria.

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