Es loco esto de la música en vivo. Mucho podrá gustar y mucho hypea cuando un artista que me gusta anuncia visita en Chile, pero también sé que hay bandas que nunca veré. Freddie Mercury ya había muerto cuando yo tuve uso de razón, Nirvana nunca vino a Chile, Astro'n'out nunca hará una gira fuera de Europa, etcétera. Y por esas cosas del algoritmo, conozco varias bandas japonesas que me gustan muchísimo y que sé también nunca voy a ver porque estamos a la concha de la lora de Tokyo. Uno ve esas bandas activas en redes sociales, sacando anuncios y publicando discos. Y le doy like y comparto las noticias porque sé que el algoritmo funciona así, a pesar de no poder ir a los conciertos y que hallar los discos en occidente es un culazo. Porque uno quiere ser buen fan. Sin embargo, este año ocurrieron una serie de eventos bastante locos que llevaron a que rompiese ese mantra: logré ver una banda japonesa allá mismo en Tokyo. Y de eso voy a hablar en esta entrada.
[Nota del autor: Obviamente como es una banda japonesa hay un montón de cosas en japonés, pondré las traducciones cuando sea pertinente]
Desde el 2008 que mi cuenta en last.FM registra cada canción que escucho, y espués de todo este tiempo ese algoritmo me conoce muy bien. Y de shoegaze a J-rock y J-shoegaze el salto es bastante fácil. Todo comenzó con Supercar a mediados de los 2010s y de ahí el algoritmo ha traído hartas bandas que hoy son pieza recurrente de mis playlists.
Uno de esos días de marzo 2019, aparece esta banda llamada The Novembers con su (en ese entonces) reciente disco Angels. Escuché dos temas guachos y me gustaron. Decidí escuchar el disco previo Hallelujah (2016) y ahí nació el amor. Otra banda japonesa más para la colección, pensé ingenuamente. Pero entre Rhapsody In Beauty (2014), Hallelujah, y Angels, The Novembers comenzó a escalar en las estadísticas de mi last.FM. Lo resumo así: el 2019 fueron la banda nueva que más escuché con 330 reproducciones, y al día de hoy son la 19° banda que más he escuchado en mi vida. Déjenme decir eso de nuevo: en el registro que tengo de todo lo que he oído los últimos 15 años, una banda que conocí hace apenas cuatro años atrás está en el puesto N°19.
El punto es que me gustan harto.
¿Cómo definir The Novembers para aquel que nunca los ha escuchado? Sus inicios están marcados por guitarras altern-rock (a la Sonic Youth) y la voz bastante potente de Yusuke Koyabashi, y de a poco le han puesto más pedales y distorsión a las guitarras, acercándose a veces al shoegaze de Ride y My Bloody Valentine. En sus últimos álbumes han hecho una transición a elementos electrónicos no muy distinta a lo que Muse hizo en los 2010s. Esas son mis referencias occidentales, estoy seguro que de saber más de música japonesa podría citar lo que pasaba en Japón en los 2000s y antes, pero pucha quién en occidente entiende si hablo de Supercar, Number Girl y Mass of Fermenting Dregs.
Volviendo a lo que nos convoca: The Novembers como buena japonesa ha hecho giras y presentaciones en Japón casi exclusivamente. Si han hecho alguna exploración en Indonesia y China hasta ahí llegan. Nunca han ido a USA y las posibilidades que vengan a Chile son ínfimas. Como dije en el párrafo inicial, es una de las muchas bandas que sé que no veré en vivo, pero está bien. Su música me gusta mucho, y mientras haya buenos audífonos, The Novembers acompañará.
A fines del año pasado, veo que en Twitter publicitan dos conciertos que harán en Tokyo en abril 2023, y me digo a mí mismo "ufff, qué ganas de ir". Luego recordé que tengo un par de lucas guardadas, que la vida es para vivirla y que qué tanta weá si me voy a morir igual, y comencé a buscar pasajes y cuánto saldría ir a Japón. "¿Qué tanto? Si esto igual no es lo más loco que he hecho en la vida" me decía mientras calzaba las fechas. El 11 de abril (fecha del concierto) era el día inamovible, y lo demás era usar mis días libres del laburo para inventarme unas vacaciones en Japón. Pasajes comprados, hotel en Shibuya listo, memoricé dónde quedaba el lugar del concierto (LIQUIDROOM) con respecto a mi hotel, y estaba todo listo.
No tengo idea qué dice ahí
Llegué a eso de las 4 pm (hora local) a Tokyo, y después de los trámites propios de llegar a otro país, tomar el tren y llegar al hotel, ya eran las 7 pm y me puse a caminar por el barrio. Estaba como a 10 minutos de Shibuya (donde está la esquina esa donde mucha gente cruza la calle), y a 10 minutos de LIQUIDROOM, mejor ubicado imposible. Podría contar cómo fue la experiencia y las vacaciones en Tokyo, pero esto no pretende ser un blog de viajes. Sólo decir que escuchar SHIBUYA Morning estando en Shibuya es un sentimiento mágico.
El resumen de la semana en Tokyo es que la ciudad es muy grande, Digimon la retrató muy bien, y la gente anda mucho en bici. Listo, llegamos al martes 11 de abril.
Tuve un problema con mi entrada online (gracias inoperancia trans-hemisférica) pero no hubo ningún drama en comprar ahí en puerta, y entré a LIQUIDROOM. El local era +18 por venta de alcohol. Por sobre la entrada había una tarifa extra de 600 yenes (¿$3000?) que había que pagar en la puerta y eso equivalía a un vale por algún trago. Me dieron una chapita que decía LIQUIDROOM y eso lo podía canjear por la bebida que quisiese. Qué iba a andar tomando, ¡yo vine a un concierto!
Las luces se apagan, y mi chileno interior quería gritar y hacer los "ooooh ooooh" que caracterizan a nuestra nación, pero los nativos estaban en silencio. Aparece el cuarteto al escenario, Yusuke levanta el puño en plan "wena cauros! :D" y un par de personas reaccionamos. Comienza "かなしみがかわいたら Kanashimi Ga Kawaitara". Esa canción la habían sacado literalmente la semana previa, así que no tuve oportunidad de oírla antes. Mi primera reacción con esta balada fue ahí en vivo, Yusuke canta los primeros versos (que oportunamente son "kanashimi ga kawaitara") y suena pero es que idéntico al disco, idéntico. No se le va ni una nota. Hacia mediados de la canción empiezan los pedales de guitarra y Yusuke volviéndose más loco con sus gritos y falsettos. El show podía acabarse ahí mismo, yo ya estaba feliz: con saber que la voz suena idéntica al estudio y que la guitarra tiene toda esa distorsión hermosa del shoegaze yo ya era feliz.
La primera canción se desvanece y en el proceso comienza el riff inicial de "Hallelujah". No es exagerado decir que "Hallelujah" es la responsable que The Novembers me comenzó a interesar hace cuatro años atrás, y que si bien hay muchísimo en la discografía de la banda que me gusta, es "Hallelujah" la que empezó todo. Y ahí estaba, sonando en vivo. Acá los nativos me tendrían que perdonar, porque con mascarilla y todo yo iba a gritar los "lala lala la-la" con la vida. Esto de no hablar japonés me impide harto el chillar a coro con el vocalista, así que tenía que aprovechar cada oportunidad. Con "Hallelujah" se me salió el fan de conciertos chileno que llevo dentro.
Hay jueguito con las luces y otras cosas pasando en el escenario, pero en general son bastante modestos hasta que empieza "236745981". Es una canción que parte con un riff agresivo, calmarse un poco en las estrofas y reventarse con todo en el coro donde Yusuke se manda su grito. Eso es en audio, pero en vivo el coro es además un flasheo de luces estroboscópicas que estoy seguro bordearon la epilepsia. Y ahí el cuarteto como si nada mientras todo explotando en todos lados.
Al final de otra canción la banda juega con las inconfundibles notas de mi canción favorita de ellos: "Rhapsody In Beauty" y ahí mi vida ya no podía ser mejor. El setlist fue impecable (de lo que conocía al menos), y cierran el show. Aplausos varios, ausencia de "ooooh ooooh" pero al menos los nativos están aplaudiendo harto. Sale la banda nuevamente y Yusuke le habla un rato a la audiencia, cuenta un par de chistes, y dice "domo arigatou" varias veces (fue lo que le entendí).
Termina la última canción, aplausos, y el show se acaba. Me acerco a la reja y pido si me pueden pasar el setlist a un tipo que se veía occidental, me dice "sorry hermano no podemos", y una japonesa se me acerca y me dice que la banda sube siempre a Twitter el setlist, y me mete conversación. Mary me traduce lo que dijo Yusuke en el encore, contando la historia de "Kanashimi Ga Kawaitara", la canción que abrió el show. A Yusuke le costó componerla porque fue su primera canción post-pandemia, y que no sabía si aún tenían lo necesario para seguir haciendo música. Hasta que una tarde de la nada le llegó la letra y la canción se armó sola después.
Salí disfónico y sopeado del LIQUIDROOM, y feliz. Convencido que volvería al día siguiente. ¿Siguiente dicen? Si pusieron atención párrafos atrás, dije que The Novembers había anunciado dos fechas en Tokyo, la segunda era el 12 de abril, al día siguiente. Aunque fuese el mismo setlist, yo iba con todo. Si viajé a la concha de la lora por verles, iría feliz dos veces.
Segundo día, misma rutina. Se apagan las luces y ahora la gente sí es un poco más motivada cuando sale el cuarteto. Comienzan con otra canción esta vez, y sólo "Kanashimi Ga Kawaitara" se repitió en toda la segunda noche.
Y fue genial, porque salieron canciones de sus últimos discos Angels y At The Beginning (2020) que no habían sonado la noche anterior. Ahí me di cuenta lo mucho que aprecio versos que sí puedo corear, la canción "Bad Dream" con su coro que es "You're waking from a bad dream!" fue la vez que pude acompañar a Yusuke cantando.
Misma historia que la noche anterior: Yusuke da unas palabras en japonés antes de abrir el encore y despedir la noche, y esta vez cierran con la mismísima "いこうよ" ("¡Vamos!"), la canción final del discazo que es Hallelujah. Que además del valor emocional de ser la canción final del concierto, la canción final del disco con la que los conocí, es también pedal sobre pedal y explosión de sonido sobre explosión de sonido. Imaginen MONO o Explosions In The Sky y agreguen un tipo gritando.
Yusuke es un cantante impecable y occidente seríamos un lugar más feliz si más gente lo escuchase, no tiene nada que envidiarle a bandas que acá llenan Lollapaloozas y Readings. Hirofumi es un bajista al que no se le va una nota y sabe perfecto cuando construir, destruir y estallar sus paredes de sonido. Ryousuke un baterista que en 90y algo minutos pasa de una rabia Nirvana hasta unas baladas Slowdive preciosas. Y Kengo...oh, hermano, Kengo es un guitarrista que mientras los pedales están distorsionando el final de una canción, él aún con guitarra en mano va donde el roadie y cambia su guitarra para el próximo tema y hace que las dos suenen simultáneamente.
Viajé 17,000 km a Tokyo para ver a una banda. Valió cada yen.
Y por si motivé a alguien, aquí en Spotify dejé una playlist con algunas canciones de The Novembers que me gustan.
Saludos a la Cata, gracias por las traducciones.