Y sí, de verdad me demoré 15 días en decidir de qué cresta escribir; tiene que ser lo suficientemente relevante como para escribir de ello después, ¿no?. Y ya que estoy a 12.000 km de mi ciudad natal ¿Por qué no hablar de justamente eso? Así que con ustedes presento la primera entrada de esto que he llamado "Tusen Takk". Y es sólo una página de Word, así que no se quejen por lo largo, puta madre.
Y está en Times New Roman, porque me gusta esa fuente.
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Partir
(o volver…no sé) a Noruega ha sido frenético. Dos abrazos guachos y a policía
internacional. Me perdí en el aeropuerto y cuando volví a parpadear estaba
esperando con una impaciencia muy poco disimulada que se abriese la puerta para
entrar al avión. Y así empezó esta cosa.
Bueno
ya, y me enamoré de una azafata, me vaporicé en Madrid y dije scheiße en Berlín, pero eso realmente no
cuenta. La cosa empezó, ese es mi punto.
Para
hacer una idea de dónde rayos estoy parado: Aunque Oslo sea la capital de Noruega
Santiago no es buena referencia. Es más fácil imaginárselo como Valparaíso.
Sácale el olor a urea, lo feo, plántale un par de (muchos) pinos, cuadrúpicale
la ppm anual y tienes una aproximación más-o-menos cercana a Oslo. Entre la
automotora que vende Aston Martin, casonas del medioevo y un sistema de metro
que no funciona (y he vivido cuatro
años en Santiago, sé lo que digo) los 454 km² de Oslo se van armando. Y no,
claramente no me sabía la cifra. Gracias Wikipedia.
El
otro día estaba tirado mirando la no-batería de mi nuevo shuer celular con pantasha tash y alguien me dice “Hi!”. Me vuelvo porque no es normal que
acá los nativos te saluden en plan “wena
weon como tai!?”. Shakila es nacida en Noruega pero de cultura musulmana.
Me hace la pregunta que más me caga en toda la vida: “¿Cómo estás?”. La weá es
que en Chile tengo mil maneras de evadir esa preguntita de mierda, pero mis
conocimientos de inglés, noruego y body-language
no alcanzan para hacerlo en otro idioma, así que obligado a responder con el
honesto “no sé” que desemboca en que
la persona en cuestión me pregunte que por qué no sé. Y puta ahí cago porque
tengo que responderle.
Y
no, “no sé” y “mal” no son sinónimos. Mierda. Decir “no sé” es que no quiero gastar innecesarios segundos de mi
existencia en pensar todos los dramas, alegrías, bostezos, pruebas, comidas y
perros que se han cruzado por mi vida desde un t0 hasta un tiempo t en
que tú me haces la pregunta. Y no respondo automáticamente “bien” por lo mismo, porque tengo un
margen de error grande. Eso en español me sale como mi típico discurso quejoso
que hago tres o cuatro veces al día, pero al hacerlo en otro idioma de verdad
suena como si tuviese depresión crónica. Quizá la tengo, pero ese no es el
punto. La cosa es que si bien alcancé a frenar antes de cagarla entera, Shakila
si quedó como “¿Estás bien? ¿Pasó algo?”.
En ese instante tenía sueño así que logré decir eso y todo bien.
Pero
no, no estoy bien. Estoy gratamente ansioso por el ramo de “Contaminants in the Geoenvironment” (ramo
de magíster ea ea) porque la clase pasada el profe (que es neerlandés) habló de
contaminantes inorgánicos, antecedentes históricos y dejó la historia justo en los
contaminantes orgánicos, tema denso en mis tierras nativas. Estoy adolorido
porque caminé la vida este fin de semana, estoy pobre por razones obvias (un
almuerzo decente en la cafetería de la U bordea las 100 NOK, y eso es barato) y estoy nostálgico porque
Inverness, Prehistöricos y Martín Pescador están haciendo sus respectivas giras
presentando sus nuevos discos, y yo no estoy allá, estoy acá.
___________Me acuerdo que cuando tenía un fotolog (sí, ¿y qué?) posteaba una canción al final de cada entrada. Ya que estoy celebrando hiper atrasado los cinco años de El Último Aullido de Laika, haré algo similar. Disfrute la canción que estoy escuchando ahora mismo, y saludos a la tipa que me vendió un pan y me habló español porque me cachó al tiro por culpa del acento.